Los desafíos, los rivales, los equipos, la complicidad y las travesuras con gusto a revancha. La familia, sus secretos, sus tradiciones, sus ceremonias, sus odios, sus mandatos, un universo en el que ganar lo que otro necesita puede convertirse en una excelente ocasión para hacer el bien. Perder, o mejor dicho, dejar ganar puede ser una estrategia de seducción. Las fuerzas irresistibles, la maldad con forma de ráfaga irrefrenable, de arrebato de locura, los celos y el sabor amargo de sentirse traicionado. En un mundo plagado de buenas intenciones, intentar enmendar un error puede que no sea la mejor de las
soluciones.

En todos los cuentos que conforman No nos vamos a tirar la suerte entre gitanos, el segundo libro de cuentos de Diego Chami —y su confirmación como narrador—, alguien pierde algo, en los múltiples sentidos que adquiere esa palabra, ya sea porque extravía, porque malgasta, porque no alcanza, porque resulta vencido o porque, lisa y llanamente, pierde el juicio. Lo que estos cuentos ponen en escena es que a veces ganar no lo es todo, y que otras veces ganar también es perder, o incluso que perdiendo también se puede ganar.